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La importancia de la extensión rural en países de producción cafetera

La extensión rural es un servicio de transferencia de conocimientos que articula aspectos técnicos de un cultivo y sociales de una comunidad. Fue creado para apoyar a los campesinos y su principal finalidad es el aumento de la productividad y la calidad de vida.

A mediados del siglo XIX, se empezó a reconocer que los avances técnicos estaban solo al alcance de los grandes productores y que habían tenido poco impacto en los pequeños. En consecuencia, de manera informal, se generó un movimiento de profesores de agricultura” que querían llevar estos avances directamente a las fincas. Ese fue el inicio de la extensión agraria.

Para conocer más sobre la actualidad y alcance que tiene en los países productores de café de la región, hablé con dos expertos de Colombia y Honduras. Continúa leyendo y descubre lo que me dijeron.

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Facilitadores para la labor de los caficultores

En Latinoamérica, entre 1950 y 1960 se dieron los inicios de la asistencia técnica agropecuaria con el fin de llevar nuevas técnicas desarrolladas por investigadores a los agricultores.

Con el tiempo, se evidenciaron los efectos positivos de la influencia de la extensión rural en la mejora de las prácticas agrícolas y la productividad. Esto puso en evidencia que es una herramienta muy útil y de gran impacto en la economía del sector, tanto así que a mediados del siglo pasado se convirtió en un programa abanderado y financiado, total o parcialmente, por los gobiernos en prácticamente todo el mundo.

Los facilitadores de este proceso son profesionales del sector agrícola, en su mayoría ingenieros agrónomos, que se han formado para transmitir sus conocimientos a los agricultores.

Las habilidades de los extensionistas no solo se ciñen a ser transmisores de conocimientos, sino que deben desarrollar habilidades de diagnóstico y comunicación de acuerdo a la cultura y al lenguaje utilizado en cada grupo rural de sus países.
Por otra parte, las organizaciones que están alrededor de cada cultivo son el eje fundamental para que los productores tengan acceso a la información de acuerdo a las dinámicas técnicas y sociales en cada territorio.

El ejemplo colombiano: la Federación Nacional de Cafeteros (FNC)

La FNC lidera una de las mayores redes de extensión rural en Latinoamérica con una cobertura de más de 1000 extensionistas en las regiones cafeteras.

Carlos Mario Jaramillo, líder nacional de extensión rural de la FNC, cuenta cómo ha sido la evolución de este programa: “desde 1928 hay registro de dos agrónomos que deambulaban por la zona cafetera con carteles debajo del brazo divulgando lo que era cómo cultivar café”.

“Posteriormente, entre 1938 y 1958 existió un servicio de extensión, con poca cobertura, que realizaba campañas educativas en temas como beneficio, plagas y enfermedades, conservación de suelos, entre otros. En 1959, se decidió formalizar el servicio de extensión en todo el país”, señala Carlos Mario.

A través de los años, este servicio se ha adaptado según las necesidades de los agricultores. Se abordan temas trascendentales por medio de campañas educativas en el campo y aspectos técnicos como:

    • Procesos de beneficio
    • Conservación del agua
    • Manejo de la broca y la roya
    • Avances en maquinaria para beneficio ecológico
    • Variedades mejoradas
    • Aspectos financieros, como créditos para el fomento cafetero

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¿En qué se diferencia un asistente técnico y un extensionista rural?

Carlos Mario comenta que la diferencia está en que un asistente técnico es un profesional contratado para evaluar y diagnosticar la situación de un sistema, por eso, su resultado es la formulación de productos o la implementación de estrategias para mejorar la rentabilidad y la competitividad.

El extensionista, por su parte, teniendo la misma base de competencias que el asistente técnico, asume un enfoque educativo que tiende al trabajo en el núcleo familiar campesino de acuerdo al contexto social y regional donde se encuentre, dirigido hacia un cambio cultural y de mentalidad que repercutirá en el desarrollo comunitario local.

Es importante resaltar que esto también depende del tipo de público al que se quiere llegar. Carlos Mario resalta, por ejemplo, que en Colombia hay “un público que fundamentalmente es campesino. Más del 96,7 % de los caficultores del país tienen menos de cinco hectáreas pero también hay unos empresariales muy importantes de más de cinco y diez hectáreas. Por eso, se necesita un servicio de extensión y no un servicio de asistencia técnica clásico”.

Ser un extensionista rural en Latinoamérica

La mayor parte de los extensionistas que trabajan en el campo provienen de sus mismas regiones de origen o algunas cercanas. Esto facilita la comunicación con los productores y contribuye a entablar relaciones sociales más cercanas.

Denis Ardón es un extensionista de Santa Rosa de Copán en Honduras. Es hijo de una familia cafetera y fue seleccionado para ser parte del proyecto Moca, una ONG cuyo principal objetivo es maximizar oportunidades en cultivos de café y cacao para Centroamérica.

Según comenta Denis, “la principal función era que el pequeño productor vendiera directamente a las tostadoras en la zona, implementando también mejores prácticas y producciones”.

En el desarrollo de su trabajo visitaba alrededor de 100 fincas al mes y capacitaba a unos 200 caficultores. Dentro de sus mayores retos está “la disposición de la gente. A veces es lo más difícil porque la limitante puede ser el mismo productor. Lo que uno busca al final es que mejore el precio de su café. No se puede generalizar pero hay grupos que no muestran mucho interés, aunque otros sí”, afirma.

En general, gracias a la extensión rural, los productores han visto mejoría en sus condiciones, los rendimientos del cultivo han aumentado, hay mayor acompañamiento técnico, mejor infraestructura y mayor retribución económica por sus productos.

Cambió incluso la dinámica de venta del café ya que ahora algunas comercializadoras compran el café en cereza, lo que genera que el agricultor únicamente se ciña a producir utilizando buenas prácticas agrícolas y obteniendo finalmente la calidad óptima exigida al momento de la venta.

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Desafíos y futuro de la extensión rural

En Latinoamérica, en su mayoría, la producción agrícola se basa en la economía campesina. En ese contexto, es cada vez más difícil llegar a los productores y lograr que se acojan a las escuelas de campo o a las recomendaciones de los extensionistas.

Es fundamental articular el trabajo técnico y social. Por ejemplo, Denis comenta que en varias zonas de Honduras los campesinos han sido “bombardeados con información y programas por parte de comercializadoras, exportadoras, institutos y ONG”; sin embargo, en ciertos lugares donde no se ha saturado a la población con información, las escuelas de campo tienen un gran impacto.

Por otra parte, las políticas agrarias de los gobiernos son trascendentales para garantizar recursos y cubrir necesidades de la población rural, esto incluye la cobertura de asistencia. En países como Honduras solo se alcanzan a cubrir ciertas zonas y en esos casos se deben utilizar métodos masivos de extensión. “Un solo técnico no da abasto con 2000 productores”, afirma Denis.

En el caso de Colombia, el fomento a la renovación de cafetales envejecidos es uno de los principales desafíos para garantizar la producción. “Volver a tener un programa de renovación que incentive a los caficultores para que lo hagan en sus fincas. Ese es el mayor desafío para la gerencia técnica”, comenta Carlos Mario.

¿Cuál es la relación de la extensión rural y los cafés especiales?

Los pequeños productores latinoamericanos, en su mayoría, carecen de herramientas tecnológicas, capacitación y cobertura.

En este aspecto, Carlos Mario dice que el servicio de extensión en Colombia motiva a los caficultores para que se vinculen a programas de cafés especiales y los guían para que cumplan con las normas de las certificadoras para comercializar el grano con estándares de calidad.

“La Federación tiene alrededor de 125 000 caficultores que hacen parte del programa con estándares de sostenibilidad que son atendidos por el servicio de extensión y que los capacitan para cuando las certificadoras vayan a examinarlos”, comenta.

Denis afirma que en el caso de Honduras no se incentiva lo suficiente para que los productores se integren a estos programas. Por otro lado, los técnicos tampoco tienen formación al respecto. “Se recurre a las exportadoras porque son las que conocen. Esa es una de las limitaciones”, dice Denis.

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La extensión rural es un eslabón vital como multiplicador de información en el sector cafetero. Sin ella, los agricultores corren el peligro de perder sus cosechas por la falta de herramientas educativas y tecnológicas que les permitan solucionar o mejorar los procesos en campo.

Su aporte para los países productores de América Latina es innegable pero su potencial todavía puede explotarse para tener más cobertura e impacto entre los pequeños caficultores.

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